La Cuarta Revolución Industrial
Desde el siglo XIX, la industria ha constituido una fuerza transformadora en todos los países. Gracias a la producción industrial en los años posteriores a la II Guerra Mundial, naciones como Estados Unidos, Alemania o Japón pudieron convertirse en potencias económicas con un crecimiento constante del PIB, una clase media en auge y un sector servicios estimulado por la industria.
La industria se considera una garantía para el crecimiento, el empleo y la prosperidad generalizada y, por lo tanto, un factor de estabilidad para la sociedad. Los datos así lo evidencian. Si nos fijamos en los países que mejor han sobrevivido a esta crisis, nos daremos cuenta de que todos ellos tienen un importante sector secundario: de los 10 países más competitivos del mundo, en cinco de ellos, el peso del PIB industrial supera el 20%. De hecho, cuatro de las naciones más competitivas, ocupan los primeros puestos en materia industrial.
El crecimiento de la industria tiene consecuencias de gran alcance ya que estimula otros mercados gracias a su efecto multiplicador. Por ejemplo, se ha estimado que cada dólar estadounidense en valor añadido bruto en la industria genera 1,4 dólares en valor añadido bruto en otros sectores de la economía.
Estos logros son posibles gracias a un avance tecnológico que todavía es bastante reciente: la interconexión de producción real y virtual en los ámbitos de diseño de productos, planificación e ingeniería, desarrollo y puesta en marcha, así como en el mantenimiento. Gracias a la unificación de los procesos en un único software y a las plataformas industriales de automatización, los ciclos de vida del producto y de la producción se pueden integrar para mantener bajo control la creciente complejidad de los procesos. De este modo, la industria está experimentando una digitalización global de la producción.
Estos avances tecnológicos aportan tres ventajas específicas para las compañías industriales:
– Una producción más eficiente: gracias a soluciones de software e IT para la planificación y el desarrollo virtual de productos, el control optimizado del proceso de producción y el uso de componentes innovadores, la industria está incrementando todavía más la productividad y opera con un menor uso de energía y otros recursos, lo que reduce los costes de forma significativa.
– Menores plazos de comercialización: al converger los mundos real y virtual, los procesos de desarrollo y producción se están convirtiendo en un único proceso simultáneo que va desde el desarrollo y la fabricación del producto hasta los servicios relacionados. Así, se reducen los plazos de comercialización, lo que conlleva una considerable ventaja competitiva.
– Mayor flexibilidad: en la actualidad, el mercado demanda una mayor variedad de productos con un grado de personalización más elevado. Por ejemplo, se puede adquirir un sinfín de variedades del mismo modelo de coche, personalizando desde el motor hasta los interiores, pasando por los emblemas exteriores. Ese tipo de variedad y flexibilidad solo es posible con el software y las IT más avanzados.
Algunos expertos consideran que estamos viviendo una cuarta revolución industrial ya que, gracias a este tipo de tecnología se puede conseguir ahorros de tiempos cercanos al 40% y del 30% en costes. Todas estas ventajas ponen de manifiesto la importancia de invertir en innovación para conseguir que el sector industrial sea más eficiente y sostenible con el entorno día a día.
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